La cosa ya se está poniendo pesada. No hay un día que pase sin que leamos en algún medio de comunicación, libro o revista sobre lo maravillo que será el futuro gracias a las Nuevas Tecnologías de la Información y el Conocimiento.
Casi unánimemente, todas las empresas proveedoras de soluciones tecnológicas, y en especial de soluciones de gestión documental, nos quieren convencer que la implantación de sus sistemas, procesos o políticas de gestión de información son la clave para poder ofrecer libertad de acceso a la información, en especial en entornos democráticos y de Administración pública.
Nos venden la idea de un mundo esperanzador porque las tecnologías tienen la capacidad de transformar la Administración pública haciéndola más productiva casi de forma mágica, como si de “aprendiz de mago” se tratara, independientemente de los profesionales de las Ciencias de la Documentación que deben gestionar la información contenida en los documentos y de los ciudadanos que deben estar “educados” en el uso de estas nuevas tecnologías.
No pongo en duda el valor y los pasos certeros que se están dando hacia un mundo totalmente digitalizado en el que la Administración electrónica interconectará a todos los organismos públicos (estatales, autonómicos y locales) para ofrecer a los ciudadanos una nueva generación de servicios avanzados, evitando colas y agilizando trámites, pero nada de esto servirá si los ciudadanos no están “alfabetizado” en el uso de estas tecnologías (contar con las habilidades de búsqueda – gestión – difusión informacionales) y, lo que es más importante, no cuentan con las habilidades intelectuales necesarias para transformar la información que la Administración pone a su alcance en Conocimiento útil en la resolución de sus necesidades diarias en sociedad.
La democracia actual está aquejada de numerosos males que debemos de forma serena y reflexiva abordar, pero por sí solas las tecnologías no son la solución, como muchos fabricantes de software quieren hacernos creer. La democracia basa su fortaleza en cada ciudadano como individuo que desarrolla a nivel colectivo el impulso de la Sociedad de la Información. Y su participación no será decisiva si no se encuentra capacitado y capaz (lo que en filosofía se conoce como “potencia” y “acto”) para ser parte activa del futuro desbordante de información que ya nos está llegando.
Ciudadanos formados es la clave de un futuro del Conocimiento, más que de la simple tecnología por sí misma. Según la OCDE (“Youth education attainment level”), el promedio de la población joven con edades comprendidas entre los 20 y 24 años, que tienen como mínimo una educación secundaria superior, se sitúa en la Unión Europea de los 25 en un 77%, contando España, junto con Malta y Portugal, el menor nivel de formación entre la población joven, sólo un 61,3%. Todo lo demás es demagogia.
Está claro que la tecnología no es por sí misma el futuro, de hecho algo debe estar pasando cuando en las universidades españolas las carreras relacionadas con las Tecnologías no están en este año 2007 entre las primeras 20 preferentes para cursar por los nuevos alumnos que quieren estudiar en nuestras universidades.
Las tecnologías no son más que herramientas que nos ayudan a conectarnos al mundo digital que estamos construyendo, pero son las personas, tanto los profesionales de las Ciencias de la Documentación que trabajan con los documentos y la información, como los ciudadanos, los que cambian nuestras sociedades a través del uso efectivo de las tecnologías y la información por ellas transmitidas.
Lógicamente, las tecnologías y las habilidades informacionales deben estar presentes en los sistemas educativos tradicionales y los programas de formación profesional de nuestros ciudadanos, para que sean realmente herramientas efectivas en la Sociedad de la Información y del Conocimiento.
Autor: José Raúl Vaquero Pulido (España).
Fuente: http://www.documentalistas.org/articulo-un-futuro-no-tan-tecnologico/
Casi unánimemente, todas las empresas proveedoras de soluciones tecnológicas, y en especial de soluciones de gestión documental, nos quieren convencer que la implantación de sus sistemas, procesos o políticas de gestión de información son la clave para poder ofrecer libertad de acceso a la información, en especial en entornos democráticos y de Administración pública.
Nos venden la idea de un mundo esperanzador porque las tecnologías tienen la capacidad de transformar la Administración pública haciéndola más productiva casi de forma mágica, como si de “aprendiz de mago” se tratara, independientemente de los profesionales de las Ciencias de la Documentación que deben gestionar la información contenida en los documentos y de los ciudadanos que deben estar “educados” en el uso de estas nuevas tecnologías.
No pongo en duda el valor y los pasos certeros que se están dando hacia un mundo totalmente digitalizado en el que la Administración electrónica interconectará a todos los organismos públicos (estatales, autonómicos y locales) para ofrecer a los ciudadanos una nueva generación de servicios avanzados, evitando colas y agilizando trámites, pero nada de esto servirá si los ciudadanos no están “alfabetizado” en el uso de estas tecnologías (contar con las habilidades de búsqueda – gestión – difusión informacionales) y, lo que es más importante, no cuentan con las habilidades intelectuales necesarias para transformar la información que la Administración pone a su alcance en Conocimiento útil en la resolución de sus necesidades diarias en sociedad.
La democracia actual está aquejada de numerosos males que debemos de forma serena y reflexiva abordar, pero por sí solas las tecnologías no son la solución, como muchos fabricantes de software quieren hacernos creer. La democracia basa su fortaleza en cada ciudadano como individuo que desarrolla a nivel colectivo el impulso de la Sociedad de la Información. Y su participación no será decisiva si no se encuentra capacitado y capaz (lo que en filosofía se conoce como “potencia” y “acto”) para ser parte activa del futuro desbordante de información que ya nos está llegando.
Ciudadanos formados es la clave de un futuro del Conocimiento, más que de la simple tecnología por sí misma. Según la OCDE (“Youth education attainment level”), el promedio de la población joven con edades comprendidas entre los 20 y 24 años, que tienen como mínimo una educación secundaria superior, se sitúa en la Unión Europea de los 25 en un 77%, contando España, junto con Malta y Portugal, el menor nivel de formación entre la población joven, sólo un 61,3%. Todo lo demás es demagogia.
Está claro que la tecnología no es por sí misma el futuro, de hecho algo debe estar pasando cuando en las universidades españolas las carreras relacionadas con las Tecnologías no están en este año 2007 entre las primeras 20 preferentes para cursar por los nuevos alumnos que quieren estudiar en nuestras universidades.
Las tecnologías no son más que herramientas que nos ayudan a conectarnos al mundo digital que estamos construyendo, pero son las personas, tanto los profesionales de las Ciencias de la Documentación que trabajan con los documentos y la información, como los ciudadanos, los que cambian nuestras sociedades a través del uso efectivo de las tecnologías y la información por ellas transmitidas.
Lógicamente, las tecnologías y las habilidades informacionales deben estar presentes en los sistemas educativos tradicionales y los programas de formación profesional de nuestros ciudadanos, para que sean realmente herramientas efectivas en la Sociedad de la Información y del Conocimiento.
Autor: José Raúl Vaquero Pulido (España).
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