lunes, 1 de octubre de 2012

El futuro de una generación

Sustentabilidad y creatividad: el futuro de una generación

Thomas Kimber
Thomas Kimber es Fundador ClanEco.com
y Co-Fundador y Sub-Director Reforestemos Patagonia
Vie, 09/21/2012
 
 
Llevo mucho tiempo intentando observar el mundo desde la perspectiva que nos hacen ver en el colegio, en la universidad e incluso cuando trabajas.
Siempre me han dicho que nuestro modelo económico actual nos ha permitido crear grandes empresas que generan billones de dólares al año, ha hecho posible la construcción de enormes edificios que desafían incluso a las montañas más altas, hemos logrado crear productos que se adapten a todas nuestras necesidades, hemos construido carreteras, ideado maneras de transportarnos grandes distancias en muy poco tiempo, hemos evolucionado la ciencia y la medicina a niveles inimaginables y que todo esto demuestra que somos una especie muy desarrollada, muy inteligente. Sigo observando pero no logro ver mucha inteligencia en todo esto.
Me acuerdo de las clases de economía en la universidad, cuando los profesores hablaban de que el objetivo número uno de una empresa era “maximizar utilidades y minimizar los costos”. “Nada más” – decían-. Solían concluir con una frase clásica de Adam Smith: “para efectos de la economía, el ser humano es egoísta”. Desde la revolución industrial hasta hoy, la mayoría de las empresas y antiguos emprendedores han seguido este modelo al pie de la letra.
Dudo que esto sea parte de la naturaleza del ser humano, sino más bien una creación de un sistema educacional que se masificó junto con las industrias hace ya más de 100 años. Quiero hacer mención a un comentario que vi en uno de los videos del experto en educación y creatividad, Sir Ken Robinson “La revolución industrial creó los procesos productivos que seguimos hasta el día de hoy; procesos lineales y estandarizados. El problema es que la vida humana no es ni lineal ni estandarizada”.
Esta dualidad entre sistema educativo y económico, ha logrado crear la cultura consumista que hoy rige al mundo. En las palabras del anarquista francés Emile Hernri Gauvreay: “Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para crear impresiones que no durarán, en personas que no nos importan”. Este sistema es el que está poniendo en riesgo el futuro de nuestro planeta, el que ha permitido que el deseo de dinero y bienes materiales haga surgir estas industrias contaminantes que han arrasado con ecosistemas completos y han dejado en la pobreza a billones de personas en el mundo.
En esta columna no quiero centrarme en lo malo de nuestro sistema actual, si no en el gran desafío que tenemos como sociedad y la difícil misión que tenemos como generación de jóvenes.
En las palabras del anarquista francés Emile Hernri Gauvreay: “Hemos construido un sistema que nos persuade a gastar dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para crear impresiones que no durarán, en personas que no nos importan”.
Si nos fijamos en la historia, podemos ver un patrón que se repite a lo largo de ella; todas las generaciones han tenido una bandera de lucha, ya sea por ideologías políticas, racismo, educación gratuita, impuestos, derechos humanos, etc. Si bien todas estas causas hacen sentido y han sido un tema fundamental en los noticieros del mundo, son todas causas centradas en los grupos que se manifiestan, son causas centradas en problemas puntuales de nuestro sistema.
En general son movimientos un tanto efímeros, más bien síntomas de un sistema plagado de fallas, que duran un tiempo y se acaban con golpes militares, protestas masivas, guerras o acuerdos económicos. En mi opinión, nuestra generación tiene la tarea más difícil de todas las generaciones que han pasado: Salvar el mundo, literalmente.
Ya es más que evidente que no podemos mantener este sistema y que urge cambiar. No basta con cambios superficiales en la producción de ciertos productos, no basta con reciclar ni con cerrar la llave mientras nos lavamos los dientes. Tampoco basta con protestas y marchas. El mundo necesita un cambio muchísimo más profundo, y tenemos poco tiempo. Para poder salvar el mundo de nosotros mismos, tenemos que entender que se requiere cambiar nuestra manera de pensar, nuestra mentalidad, eliminar los prejuicios que nos hemos construido en todos estos años y abrir nuestra mente a nuevos horizontes.
Tenemos que usar nuestra creatividad, dejar de cerrarnos a lo que existe e innovar. La innovación es una herramienta poderosa que tiene que ser acompañada de sustentabilidad (económica, social y ambiental) para que ayude en el cambio que necesitamos.
Pero para realizar estos cambios no basta con observar. Se debe demostrar con el ejemplo. Si logramos crear sistemas educativos diferentes a los de hoy, en los que se estimule el uso de ambos hemisferios del cerebro y no solo el izquierdo, promoviendo el arte y la creatividad para luego combinar esa educación con modelos de negocio en los que la empresa no se visualice como un ente ajeno a la sociedad, sino que simplemente como uno más de los actores o stakeholders de ella, lograremos hacer que el objetivo de la empresa sea velar por la protección y desarrollo sostenible de todos los otros actores para así mantenerse y generar valor en el largo plazo.
Necesitamos líderes que den el ejemplo, que no se queden solo en las palabras, que demuestren que los cambios son posibles y para mejor. Debemos arriesgarnos a hacer las cosas de otra manera, a equivocarnos y a aprender. Tenemos que entender que un título y un cargo no dicen mucho si no has echo nada positivo por el mundo en el que vives. Estos líderes deben ser capaces de llevarnos a este nuevo mundo o sistema, en el que la realidad refleje las ansias de cambio de nuestro presente. Me encantaría escuchar que en vez de que te pregunten “¿Qué cargo tienes?” o “¿Qué estudiaste?”, pregunten “¿Qué haces tú por el mundo?”. Puede sonar como un sueño, pero, ¿qué idea o proyecto exitoso no ha sonado utópico en sus inicios? Creo que una de las organizaciones que pueden ayudar a que este proceso sea un poco más rápido es Fundación Chile, a través de la innovación y sus proyectos de sustentabilidad.
Tenemos una lucha noble, una lucha “generosa”. Si antes la gente peleaba por sus derechos, esta vez se pelea por los de otros; por la inclusión social, por el fair trade, por los bosques, por los océanos, por los animales, por el agua y por un mundo mejor, un mundo más simple.
Me alegra creer que aunque tenemos la misión más difícil y la responsabilidad más grande de todos los tiempos, somos totalmente capaces de hacerlo.
Cada vez vemos más personas proactivas que defienden ecosistemas, que innovan y emprenden buscando un bien mayor que solo lograr rentabilidad económica. Cada vez vemos más empresas con certificaciones de comercio justo, con manejo renovable de sus recursos, o invirtiendo e incorporando la sustentabilidad entre sus estrategias, y a más personas cuestionándose nuestro modelo educativo. No creo que sea por moda. Es una tendencia que poco a poco se está transformando en un estilo de vida y luego será la manera de pensar por defecto; no habrá que escribir columnas de opinión al respecto, se dará por hecho. Esperemos que seamos capaces de llegar a ese día lo más rápido posible.
Confío en que mi generación tiene las habilidades, la inteligencia y la consciencia para hacerlo. Tenemos todas las herramientas, solo hay que actuar.
 

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