Argentina: una encuesta del Ministerio de Educación
muestra que el 59% de los alumnos de 11 a 17
cree que dentro de cinco años estará mejor.
Como contraposición, los padres, docentes y directivos
suelen tener una mirada más negativa sobre el porvenir
Por Silvina Premat | LA NACION
El 59% de los encuestados cree que dentro de cinco años estará mejor, el 20% estima que estará igual, el 18% no sabe ni arriesga una respuesta y sólo un 3% imagina que estará peor que ahora. Entre los que se visualizan en una mejor situación son más los varones (63%) que las chicas (56%).
La balanza se inclina en sentido contrario en el momento de interrogarlos sobre qué harán al terminar el secundario. El 65% de las mujeres dijo que tenía intenciones de seguir estudiando, en tanto el 44% de los varones hizo lo propio. Ellos, en cambio, son más que ellas al pensarse estudiando y trabajando al mismo tiempo (varones, 29% y mujeres, 22 por ciento).
Los que anhelan trabajar solamente una vez terminado el colegio representan el 11%. Y aquí la diferencia entre los sexos es más grande. Las adolescentes son el 5% y los muchachos, el 15 por ciento.
No sabe si terminará el secundario sólo un 1% y no sabe qué hará después de concluir ese nivel medio, el 8%. El 2% de los varones eligió una de las opciones incluidas en la pregunta: ser jugador de fútbol o jugar a la pelota.
Ante estos números, el director del Centro de Estudios de Políticas Públicas (CEPP), Gustavo Iaies, reacciona advirtiendo sobre una actitud contraria por parte de los adultos.
"Los chicos están a la derecha de los padres; son mucho más claros que ellos, tienen una concepción más tradicional que la de los padres y los varones creen ser los que deben parar la olla", dijo Iaies. Y agregó: "Estos son los hijos de los papás y mamás de la igualdad de género; de padres que dudan de todo y quieren ser tan adolescentes como sus hijos".
Maestro y licenciado y magister en Ciencias de la Educación, Iaies hizo toda la carrera docente dentro y fuera del aula. Su permanente contacto con preceptores, docentes, directivos y padres lo habilita a comparar ambas generaciones.
"Los pibes no dicen, como los adultos, que no vale la pena estudiar porque de última es lo mismo ser ingeniero que taxista. La verdad es que los pibes tienen claro que estudiar vale la pena", dijo. Y precisó: "Estamos trabajando con unos dos mil preceptores en Córdoba y también con ellos en Capital Federal y Mendoza. Llama la atención que los chicos cuentan todo a los preceptores. ¿Por qué? Porque no encuentran referentes. Los padres tienen miedo, no se animan a tomar una posición, dan vueltas y me parece que los pibes se han vuelto optimistas y duros a la fuerza; que se tuvieron que volver adultos en una sociedad que tiene mucha menos capacidad de cuidado que antes".
Antonella Ortiz, de 17, y compañera de Mailén en el quinto año del colegio Buen Consejo, de Barracas, afirma conocer a adultos que "quieren que su hijo juegue a la pelota porque creen que con eso se salvarán desde lo económico". Antonella trabaja en una casa de comida rápida en contraturno con la escuela. Anhela para su futuro trabajar y estudiar comunicación social para luego dedicarse al cine. Sus compañeras Mailén, Celeste Cazón, y Antonella Ortiz, en diálogo con la nacion, asienten sobre la pretensión de algunos adultos. Todas conocen a chicos cuyos padres los anotaron en clubes o escuelas de fútbol con el sueño de tener un hijo exitoso en ese rubro.
"Muchas veces escuché que la juventud de hoy está perdida, pero creo que depende de si uno se deja ayudar o no", acota Mailén y sigue: "Yo soy de la villa 21. Mi mamá no tiene un trabajo fijo. Mis papás se separaron. No tengo una buena ayuda. Acá en el colegio me ofrecieron una beca para estudiar en la Universidad Católica que querría aprovechar. También en la villa está la parroquia Caacupé que ayuda a mucha gente. Por eso digo que creo que depende de si uno se deja ayudar o no."
Cruce de miradas
Se sabe que la actitud de los padres, docentes, familiares u otros adultos a los que miran los adolescentes influye sobre ellos más de lo que ambos puedan llegar a ser conscientes.
Tal influencia incluye el efecto destino descripto por el sociólogo francés Pierre Bourdieu en su libro La miseria del mundo, y que alude a la posibilidad de que si se parte de prejuicios sociales, el futuro de una persona sería tan previsible como inevitable.
Quizás esto sea una razón por la que en sectores de muy pocos recursos y escuelas con altos índices de deserción y repitencia puede haber algunos jóvenes que no ven nada para su futuro y tienen grandes dificultades para proyectar un porvenir para sus vidas. Así se evidenció en las respuestas que dieron adolescentes de los primeros años del secundario, cuando se les preguntó cómo imaginaban su futuro durante una investigación acerca de los procesos de inclusión en el secundario realizada en cinco escuelas del conurbano bonaerense entre 2008 y 2010 por profesionales de la Fundación Cimientos, titulada Jóvenes que miran la escuela .
"Preguntar por el futuro implica preguntar por la construcción de la subjetividad de cada uno de estos jóvenes, de cómo una imagen futura puede impactar en el presente dándole sentido a prácticas actuales", dicen los autores del trabajo de Cimientos, Graciela Krichesky, María Cortelezzi, Daniela Cura y Aldana Morrone.
Esos profesionales también afirman que "en los momentos de inestabilidad social, de crisis, se desdibujan las posibilidades de construir estas imágenes, ya que si el punto de partida es inestable, toda la subjetividad y la construcción del sujeto como tal están definidas por esta condición de origen".
Uno de los alumnos, por ejemplo, respondió: "Me imagino algo para el futuro y después no pasa; mi hermano más grande terminó todo a los 21, la Facultad y todo, y no tiene nada. Mi prima quería ser policía y ahora está saliendo con los carros (como cartonera)".
Reflexiones como éstas "nos llevan a pensar en la negación de imaginar un proyecto que, debido a la situación socioeconómica que los rodea, sería muy poco esperanzador y desembocaría en una imagen trágica del futuro, restando quizá también sentido al presente", afirman los autores de la investigación de Cimientos.
Mas allá del sector social en el que les haya tocado en suerte nacer, el denominador común de los que quieren estudiar en la Universidad o buscar un trabajo y saben cómo moverse para lograrlo es la pertenencia a familias o entornos que los alientan y se preocupan por ellos.
Otro estudio realizado por Cimientos con 161 jóvenes egresados hace dos años en escuelas de barriadas del conurbano bonaerense con alta vulnerabilidad socioeconómica confirma los resultados de la encuesta del Ministerio de Educación de la Nación.
María Cortelezzi, coordinadora del área de Educación de la Fundación Cimientos, que desarrolla numerosas iniciativas para promover la educación sobre todo en barrios con alta vulnerabilidad socioeconómica, indicó a la nacion una notable diferencia entre la actitud con respecto al futuro de los chicos de los primeros años del secundario que respondieron al estudio Jóvenes que miran la escuela y los que concluyeron ese nivel educativo. Estos últimos lograron estar del lado positivo de la medición estadística, que indica que uno de cada dos jóvenes no termina el secundario.
Quizá por eso, aun dos años después de recibidos mantienen un impulso positivo. "Más del 80% de los 161 jóvenes que participaron en este último estudio estaban trabajando o buscando trabajo, y más del 50% estaban estudiando; además, muchos estudian y trabajan", dijo Cortelezzi.
"Notamos un énfasis en el estudio y el trabajo, pero con una mayor relevancia puesta en la posibilidad de trabajar", dijo la investigadora. Y enseguida pidió tener en cuenta que estos estudios se hicieron con jóvenes de los sectores más desfavorecidos en los que resulta prioritario que tengan un ingreso.
En el plano de las proyecciones, la intención de estudiar prevalece. "Pero al momento de tomar las decisiones resulta más complejo convertir esto en una realidad", dijo.
Apuesta por la escuela
Si bien las evaluaciones de calidad educativa asignan notas bajísimas para el desempeño argentino y las críticas a la escuela se escuchan por doquier, los chicos siguen creyendo en ella.
Para Cortelezzi, "la escuela sigue teniendo una fuerza simbólica importante". La investigadora recuerda que una de las frases más repetidas por los adolescentes es necesito terminar la escuela para llegar a ser algo en la vida. Sin embargo, agrega Cortelezzi, "son críticos cuando hablan de su escuela a la que ven rota, vieja o lo que sea".
Es decir que la escolarización es considerada por muchos chicos más como un peaje que hay que pagar para poder integrarse luego en el mundo de los adultos que como una instancia de crecimiento y maduración personal.
En su libro Futuro, de reciente aparición en el país, el antropólogo francés Mar Augé diferencia el futuro y el porvenir. En una entrevista publicada en adnCultura explica que "el porvenir es un concepto bastante miope que tendemos a proyectar sobre una colectividad determinada (¿qué porvenir dejaremos a nuestros hijos? o ¿cuál es el porvenir de la ciencia?). Por el contrario, el futuro es la vida que se vive individualmente. El futuro es inmediato, tiene una relación con lo evidente; el porvenir es incierto, es motivo de dudas. El futuro puede provocar esperanza o temor". Hasta el momento, los jóvenes argentinos, en su mayoría, parecen contarse dentro del primer grupo de los que tienen esperanza.
Ser solidario es lo más
Un adolescente es más querido o reconocido cuando, según la opinión de ellos mismos, es solidario, le va bien en la escuela, se viste bien, tiene buen humor y es buen deportista.Esas virtudes o habilidades ocupan los cinco primeros puestos de la respuesta a ¿qué creés que hace a alguien de tu edad querido/a y reconocido/a por todos?, en la encuesta del Ministerio de Educación de la Nación.El 27% cree que ser solidario es lo mejor visto; el 17% considera que es llevar bien los estudios, y el 13% dijo que vestirse bien es también un posible motivo de reconocimiento. "Pero, evidentemente, el cuidado de la ropa no es estar a la moda, que es la última opción (2%), sino andar prolijos", dijo a la nacion Gustavo Iaies.La actitud solidaria es más valorada por las mujeres (31%) que por los varones (24%).Quedaron también como las habilidades o circunstancias menos valoradas el tener dinero para salir (6%), ser natural, espontáneo (5%), saber hablar (4%), ser lindo (4%), saber usar Internet (4%) y estar informado (3%).